‘Sí, soy indígena y sí quiero acceder a otros papeles’: Mónica del Carmen
Hace una década, Mónica del Carmen se debatía entre ser o no la protagonista de Año Bisiesto 2010. Este drama del director Michael Rowe, sobre una pareja sadomasoquista, le parecía a la actriz oaxaqueña el papel que, como le dijo un amigo, la llevaría al “estrellato o al estrellón”.
“Me impresionó mucho la historia. Era una relación sadomasoquista pero con un fondo: tiene que ver con una patología y un pasado muy fuerte, y en la escuela de teatro siempre habíamos esperado esos personajes que hacen algo trágico, fuerte, que les cambia la vida”, dice Mónica del Carmen, en entrevista para Life and Style.
Indecisa sobre aceptar el protagónico en esta historia, que exigiría escenas de sexo explícito con el actor Gustavo Sánchez Parra, le marcó a su madre, Joaquina Rosenda, a su natal Porfirio Díaz, Oaxaca, para que la aconsejara. “Me dijo que no entendía mucho, pero que yo siempre había tomado buenas decisiones: ‘Así que si lo quieres hacer, hazlo, pero no con miedo, porque sino no lo vas a hacer bien. Párate maciza, fuerte’”,
Protagonizó Año Bisiesto , ganadora de la Cámara de Oro en el Festival de Cannes y que también le dio a Mónica el Ariel a Mejor Actriz; pero no pudo recibirlo personalmente porque protagonizaba una obra en París y, en su lugar, fue su madre quien recibió el galardón. Una década después, Mónica ha vuelto ha ganar el Ariel, esta vez en el rubro de Coactuación Femenina, por su papel en Asfixia 2019, drama de la cineasta Kenya Márquez en la que interpreta a Conchita, trabajadora de una farmacia que, pese a la violencia que sufre por parte de su pareja, sueña con casarse.
Aunque es un drama, Mónica demostró que la comedia forma parte de su rango como actriz. “A partir de Año Bisiesto se me encasilló, pero también me gusta hacer reír y cuando leía al personaje de Conchita estaba muy emocionada porque tenía muchos matices, pero profundos para no caer en el cliché”. También evita los estereotipos. Su carrera, a diferencia de muchos actores que alternan con la televisión —sobre todo ahora con la sobreoferta por las plataforma de streaming—, ha transcurrido sólo en cine para ser congruente con su discurso y no traicionar su historia.
“Hace mucho tiempo me ofrecían en una novela o serie una trabajadora doméstica, pero que explotaba a otra trabajadora domestica y yo pensaba que no tenía razón para hacer un personaje así”.
Mónica, quien tuvo una pequeña actuación en Babel 2006, de Alejandro González Iñárritu, ha trabajado en varias películas del cineasta mexicano Michel Franco: Después de Lucía 2012, A los Ojos 2014 —drama que protagonizó pero tuvo una distribución comercial mínima, casi inexistente—, Las Hijas de Abril 2017 y Nuevo Orden , filme que protagoniza y que ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia en septiembre. En estas dos últimas películas interpreta a empleadas domésticas. Si ha aceptado es porque cree que esos personajes no están construidos desde el prejuicio.
“La posición de Martha Nuevo Orden y Verónica Las Hijas de abril son de una realidad mucho más compleja. Martha es el arquetipo de una clase social trabajadora que está inmiscuida en esta burbuja de la cual entra y sale, que es al familia de los Novelo, y es una conectora entre estos dos mundo y eso era muy importante de orquestar”, dice Mónica, sobre su papel en la más reciente película de Michel Franco, que retrata un México distópico, violento en extremo por la disparidad de clases sociales.
La desigualdad es algo que Mónica conoce muy bien al haberse criado en Porfirio Díaz, Oaxaca, y estudiado en un colegio de monjas en el que cual sufrió discriminación. “Cuando iba en el colegio era recurrente que me dijeran que era una india o una placera porque mi mamá vendía en el mercado del pueblo”.
Esto también lo ha padecido en su industria, aunque quizá de un modo camuflado, en donde tal vez no hay ofensas directas, pero si falta de oportunidades para salir del estereotipo.
“Yo quisiera ser una ejecutiva, pero quizá el cine mexicano no ha dado este salto en el que yo con esta cara, piel, estatura y complexión, pueda ser una persona distinta a una migrante o a una trabajadora, pero creo que es importante”. Como para Tenoch Huerta y Yalitza Aparicio, el tema de la etnicidad y la discriminación se ha vuelto para Mónica una constante en su discurso, porque le interesa hablar de esta problemática. “Hace falta que alguien escriba para nosotros estos personajes diferentes, que alguien cuente esas historias. No todos los morenos somos explotados”, revela. “Hace muchos años no habría imaginado que podría ser actriz, porque antes los indígenas los interpretaban Pedro Armendáriz, Dolores del Río o María Félix. Para mí sí es importante decir: ‘Sí, soy de Oaxaca; sí, soy indígena y sí quiero acceder a otros papeles’”.
Sintió inclinación por el arte cuando en el círculo de lectura del colegio de monjas leyeron Staurofila . “Es la lucha de Dios y el Diablo por el alma y me enganché en las historias, la ficción. En ese entonces no lo sabía, pero incluso haber crecido en el mercado —su madre de una de las fundadoras de éste en su pueblo natal— le sirvió para ser actriz. “El mercado y el cine para mí están totalmente conectados. El mercado es un lugar donde coexisten muchas realidades, y sobre todo realidades femeninas”, dice Mónica, egresada de la Escuela Nacional de Arte Teatral. “Yo fui criada en comunidad porque en el mercado están las tías en cada local y cada una de ellas tenía historias y sus problemas.
Eran vidas distintas y orgullosamente puedo decir que tengo una biblioteca de mujeres, formas y caracteres. El mercado es algo muy poderoso para mí, donde comencé a saber de las historias y todo el tiempo estaba ávida de saber qué continuaba”.
Lo que continúa para Mónica es un papel en la nueva película de Alonso Ruizpalacios, director de Gueros 2014 y Museo 2018, y la certeza de saber que actúa “porque contar historias es lo más bello que existe, porque creas con tu imaginación y tu cuerpo mundos que no existen y que el publico los pueda ver. Es una sensación mágica”.
Cortesia: msn noticias
“Me impresionó mucho la historia. Era una relación sadomasoquista pero con un fondo: tiene que ver con una patología y un pasado muy fuerte, y en la escuela de teatro siempre habíamos esperado esos personajes que hacen algo trágico, fuerte, que les cambia la vida”, dice Mónica del Carmen, en entrevista para Life and Style.
Indecisa sobre aceptar el protagónico en esta historia, que exigiría escenas de sexo explícito con el actor Gustavo Sánchez Parra, le marcó a su madre, Joaquina Rosenda, a su natal Porfirio Díaz, Oaxaca, para que la aconsejara. “Me dijo que no entendía mucho, pero que yo siempre había tomado buenas decisiones: ‘Así que si lo quieres hacer, hazlo, pero no con miedo, porque sino no lo vas a hacer bien. Párate maciza, fuerte’”,
Protagonizó Año Bisiesto , ganadora de la Cámara de Oro en el Festival de Cannes y que también le dio a Mónica el Ariel a Mejor Actriz; pero no pudo recibirlo personalmente porque protagonizaba una obra en París y, en su lugar, fue su madre quien recibió el galardón. Una década después, Mónica ha vuelto ha ganar el Ariel, esta vez en el rubro de Coactuación Femenina, por su papel en Asfixia 2019, drama de la cineasta Kenya Márquez en la que interpreta a Conchita, trabajadora de una farmacia que, pese a la violencia que sufre por parte de su pareja, sueña con casarse.
Aunque es un drama, Mónica demostró que la comedia forma parte de su rango como actriz. “A partir de Año Bisiesto se me encasilló, pero también me gusta hacer reír y cuando leía al personaje de Conchita estaba muy emocionada porque tenía muchos matices, pero profundos para no caer en el cliché”. También evita los estereotipos. Su carrera, a diferencia de muchos actores que alternan con la televisión —sobre todo ahora con la sobreoferta por las plataforma de streaming—, ha transcurrido sólo en cine para ser congruente con su discurso y no traicionar su historia.
“Hace mucho tiempo me ofrecían en una novela o serie una trabajadora doméstica, pero que explotaba a otra trabajadora domestica y yo pensaba que no tenía razón para hacer un personaje así”.
Mónica, quien tuvo una pequeña actuación en Babel 2006, de Alejandro González Iñárritu, ha trabajado en varias películas del cineasta mexicano Michel Franco: Después de Lucía 2012, A los Ojos 2014 —drama que protagonizó pero tuvo una distribución comercial mínima, casi inexistente—, Las Hijas de Abril 2017 y Nuevo Orden , filme que protagoniza y que ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia en septiembre. En estas dos últimas películas interpreta a empleadas domésticas. Si ha aceptado es porque cree que esos personajes no están construidos desde el prejuicio.
“La posición de Martha Nuevo Orden y Verónica Las Hijas de abril son de una realidad mucho más compleja. Martha es el arquetipo de una clase social trabajadora que está inmiscuida en esta burbuja de la cual entra y sale, que es al familia de los Novelo, y es una conectora entre estos dos mundo y eso era muy importante de orquestar”, dice Mónica, sobre su papel en la más reciente película de Michel Franco, que retrata un México distópico, violento en extremo por la disparidad de clases sociales.
La desigualdad es algo que Mónica conoce muy bien al haberse criado en Porfirio Díaz, Oaxaca, y estudiado en un colegio de monjas en el que cual sufrió discriminación. “Cuando iba en el colegio era recurrente que me dijeran que era una india o una placera porque mi mamá vendía en el mercado del pueblo”.
Esto también lo ha padecido en su industria, aunque quizá de un modo camuflado, en donde tal vez no hay ofensas directas, pero si falta de oportunidades para salir del estereotipo.
“Yo quisiera ser una ejecutiva, pero quizá el cine mexicano no ha dado este salto en el que yo con esta cara, piel, estatura y complexión, pueda ser una persona distinta a una migrante o a una trabajadora, pero creo que es importante”. Como para Tenoch Huerta y Yalitza Aparicio, el tema de la etnicidad y la discriminación se ha vuelto para Mónica una constante en su discurso, porque le interesa hablar de esta problemática. “Hace falta que alguien escriba para nosotros estos personajes diferentes, que alguien cuente esas historias. No todos los morenos somos explotados”, revela. “Hace muchos años no habría imaginado que podría ser actriz, porque antes los indígenas los interpretaban Pedro Armendáriz, Dolores del Río o María Félix. Para mí sí es importante decir: ‘Sí, soy de Oaxaca; sí, soy indígena y sí quiero acceder a otros papeles’”.
Sintió inclinación por el arte cuando en el círculo de lectura del colegio de monjas leyeron Staurofila . “Es la lucha de Dios y el Diablo por el alma y me enganché en las historias, la ficción. En ese entonces no lo sabía, pero incluso haber crecido en el mercado —su madre de una de las fundadoras de éste en su pueblo natal— le sirvió para ser actriz. “El mercado y el cine para mí están totalmente conectados. El mercado es un lugar donde coexisten muchas realidades, y sobre todo realidades femeninas”, dice Mónica, egresada de la Escuela Nacional de Arte Teatral. “Yo fui criada en comunidad porque en el mercado están las tías en cada local y cada una de ellas tenía historias y sus problemas.
Eran vidas distintas y orgullosamente puedo decir que tengo una biblioteca de mujeres, formas y caracteres. El mercado es algo muy poderoso para mí, donde comencé a saber de las historias y todo el tiempo estaba ávida de saber qué continuaba”.
Lo que continúa para Mónica es un papel en la nueva película de Alonso Ruizpalacios, director de Gueros 2014 y Museo 2018, y la certeza de saber que actúa “porque contar historias es lo más bello que existe, porque creas con tu imaginación y tu cuerpo mundos que no existen y que el publico los pueda ver. Es una sensación mágica”.
Cortesia: msn noticias
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