Sequía, incendios y deforestación azotaron la selva amazónica en 2024

La situación en la selva amazónica durante 2024 presenta un panorama complejo y alarmante, marcado por eventos climáticos extremos y una intensificación de la explotación de sus recursos. El aumento de las temperaturas y la sequía extrema han generado un contexto propicio para incendios forestales descontrolados, que no solo han devastado grandes áreas de este invaluable bioma sino que también han contribuido significativamente a la deforestación.
La Selva Amazónica, un espacio vital para el equilibrio climático global debido a su capacidad de almacenar grandes cantidades de dióxido de carbono y su papel en la regulación del ciclo del agua, ha estado sufriendo las consecuencias de políticas de explotación y una falta de respeto hacia los derechos de sus pueblos indígenas. Expertos y defensores del medio ambiente advierten sobre la posibilidad de estar alcanzando un punto de inflexión ecológico, lo que subraya la urgencia de actuar para revertir estas tendencias destructivas.
A pesar de este sombrío panorama, hay algunos avances positivos que destacan. En Brasil y Colombia, se ha observado una disminución en la tasa de deforestación, especialmente notable en Brasil, donde la pérdida de bosques ha caído un 30,6% en comparación con el año anterior. Este cambio es atribuido en parte a la nueva administración del presidente Lula da Silva, que ha enfatizado la protección del medio ambiente en contraposición a la política de su predecesor, Jair Bolsonaro.
Además, la reciente conferencia anual de las Naciones Unidas sobre biodiversidad ha traído esperanzas al acordar otorgar mayor voz a los pueblos indígenas en la toma de decisiones sobre la conservación de la naturaleza. Esto podría ser esencial para la preservación de la selva, dado el profundo conocimiento y la conexión que estos pueblos tienen con sus tierras.
La situación en la Amazonía es un recordatorio urgente de las luchas que se libran en la intersección entre la conservación, la política y los derechos humanos, y resalta el papel crucial que juegan tanto los gobiernos como las comunidades indígenas en la protección de uno de los ecosistemas más ricos y esenciales del planeta.

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