Hoy no, mañana: el desobediente hábito de procrastinar
"la tendencia a posponer deliberadamente acciones importantes a pesar de las consecuencias negativas que esto pueda acarrear". Esta conducta a menudo se origina en una dificultad para gestionar nuestras emociones y una aversión a las tareas que percibimos como desafiantes o desagradables. Según Keegan, la procrastinación no es simplemente una falta de organización o de responsabilidad; en realidad, refleja una lucha interna con nuestros propios sentimientos.
A menudo, las personas procrastinan como un mecanismo de defensa, evitando situaciones que les generan ansiedad o temor al fracaso. Este proceso puede llevar a una espiral de autocrítica, donde el acto de postergar se convierte en una fuente adicional de angustia.
Es fundamental reconocer que la procrastinación no define nuestro valor como individuos. Comprender que es un comportamiento común y que muchos lo experimentan puede ayudar a desestigmatizarlo. Abordar la procrastinación como un desafío que se puede gestionar en lugar de una falla personal puede facilitar el camino hacia una mayor productividad y bienestar emocional.
Para afrontar este fenómeno, se pueden implementar estrategias como la división de tareas en pasos más pequeños y manejables, establecer plazos intermedios, y practicar la auto-compasión. Con estas herramientas, es posible desmantelar el ciclo de postergación y lograr un enfoque más saludable hacia las obligaciones y metas que nos proponemos.
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