Teatro: “La aguja del iceberg”, una familia trastocada

"La aguja del iceberg", escrita por Bea Cármina y dirigida por Luis Ayhllón, invita a los espectadores a reflexionar sobre la violencia, la incomunicación y las dinámicas familiares disfuncionales a través de una narrativa compleja y surrealista. La obra presenta a una familia en crisis, donde los padres se desengañan y se recriminan mutuamente, mientras que su hija, con una enfermedad mental que limita su capacidad de comunicación, se convierte en el espejo de sus propias desavenencias.
Los personajes están inmersos en un clima de caos emocional, donde las interacciones son intensas y a menudo absurdas. Cada miembro de la familia lidia con sus propias luchas, desde la obsesión de la madre por coleccionar zapatos hasta la evasión del padre, que busca escape en la violencia y la música. La complejidad de sus personalidades y la forma en que se relacionan entre sí ofrecen una crítica profunda sobre las expectativas sociales y los roles de género, mostrando cómo estas tensiones pueden llevar a la descomposición de la unidad familiar.
A medida que la acción avanza, se introducen otros personajes, como un asesino serial y un gato que habla, que añaden capas de simbolismo y metáfora a la trama, aumentando el tono delirante y grotesco de la obra. Estos elementos no solo enriquecen la narrativa, sino que también desafían al público a confrontar las realidades más duras de las relaciones humanas.
La interpretación de los actores es clave para transmitir la intensidad de la obra, desde la poderosa actuación de Lourdes Echevarría hasta la versatilidad de Roberto Vázquez y el enigma que representa Gabriela Aparicio. Cada uno aporta su propia intensidad y color a un elenco que se mueve entre la tragedia y el absurdo.
En conjunto, "La aguja del iceberg" se establece como una pieza teatral potente que no teme explorar los rincones más oscuros de la psique humana y las dinámicas familiares. A través de un lenguaje cargado de simbolismo y una estética visual impactante, Cármina y Ayhllón logran crear un espacio donde los espectadores son desafiados a reflexionar sobre su propia realidad y las conexiones que forjan con los demás en un mundo que a menudo puede parecer indiferente o caótico.

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