La política a golpes
Andrés Manuel López Obrador no negocia. Menos desde la ventaja. Tampoco tiene un estilo personal de gobernar, acaso tenga un estilo muy particular de ejercer el poder. Y es a golpes.
Desde su posición de fuerza, lograda en 2018, el candidato ganador no se planteó un proyecto que integrara a la nación, diversa, plural, multipartidista. Para nada. En vez de ello trazó una ruta que por un lado beneficiara a las capas desfavorecidas con apoyos sociales clientelares, y por otro socavara las posibilidades de partidos y poderes legales y fácticos de frenar su impulso por cambiar el régimen.
Desde la transición misma, López Obrador inició los golpes. Tiró el aeropuerto de Texcoco, y en los primeros días de su mandato envió a Estados Unidos el avión presidencial. Lo hizo contra toda matemática o uso racional de los recursos públicos. Lo hizo para demostrar lo fácilmente que podía contravenir al establishment que le impidió llegar a la presidencia en 2006, al que instaló un modelo de economía-país desde los ochenta.
Dicen que Andrés Manuel es un fajador. Es cierto que contra las cuerdas no rehúye los golpes, pero lo suyo es más bien el ataque furtivo, el asalto calculado, el dejar a las y los oponentes sin margen, sin capacidad de respuesta.
¿Por qué dicen que es un fajador? ¿Con quién se ha trenzado en estos dos años? La sola desproporción entre sus recursos y los de sus oponentes, su propensión a estirar o violar las reglas cuando se ve en un predicamento, hacen impensable un combate tipo fajador, de toma y daca. Pregunten a los expresidentes: les quitó pensiones y protección, y ahora los persigue con la guadaña de una consulta a modo. Esto no es box. Hasta la lucha libre de rudos contra técnicos es más limpia.
Sube al ring a los que no están para, precisamente, dificultarles la posibilidad de que puedan disputarle de tú a tú algo de protagonismo, algo del monopolio en el micrófono.
Por eso las mañaneras contra la prensa, por eso la UIF contra integrantes de órganos autónomos, por eso –porque el fin justifica los medios– revisa el basurero de anomalías administrativas menores e impone una sanción a Nexos.
Lo anterior ocurre en el descampado de las mañaneras, pero hay operaciones más elaboradas, que requieren si no nocturnidad, sí al menos sigilo, como dejar a Felipe Calderón sin partido mientras renacen partidos paleros, como sacar de la Corte a Medina Mora sin causa legal fehaciente, como cobrar la afrenta de la exhibición de business as usual que significó la boda de la hija de Juan Collado. Porque el Presidente ha dejado bien claro que no es un florero, y si no lo entienden pueden seguir en la cárcel por muchos meses, como Collado y Robles.
Hoy es el turno de diez gobernadores. Quieren retar a López Obrador. Buscan un mejor reparto presupuestario. Tienen mandato y podemos decir que hasta tienen la razón. Pero, ¿tienen estrategia?
El viejo lobo ayer les dijo que si quieren hablar con él antes consulten a su gente. ¿Qué hicieron autoridades legales y legítimas como el gobernador de Jalisco? Aceptar el reto de las consultas; es decir, caer en el juego de López Obrador.
Si le llegaran con una consulta, Andrés Manuel saldría con otra marrullería para no atender a los inconformes. Y mientras consumará el recorte unilateral al presupuesto a las entidades y perfilará la estrategia para apoyar a los suyos en 2021.
Todo eso porque no atinan a entender que López Obrador ve la política no como negociación o acuerdo, sino como lucha de golpes, donde como él no es un fajador, para nada se subirá al ring con nadie, sea uno o diez gobernadores, lo mismo le da.
El financiero.
Desde su posición de fuerza, lograda en 2018, el candidato ganador no se planteó un proyecto que integrara a la nación, diversa, plural, multipartidista. Para nada. En vez de ello trazó una ruta que por un lado beneficiara a las capas desfavorecidas con apoyos sociales clientelares, y por otro socavara las posibilidades de partidos y poderes legales y fácticos de frenar su impulso por cambiar el régimen.
Desde la transición misma, López Obrador inició los golpes. Tiró el aeropuerto de Texcoco, y en los primeros días de su mandato envió a Estados Unidos el avión presidencial. Lo hizo contra toda matemática o uso racional de los recursos públicos. Lo hizo para demostrar lo fácilmente que podía contravenir al establishment que le impidió llegar a la presidencia en 2006, al que instaló un modelo de economía-país desde los ochenta.
Dicen que Andrés Manuel es un fajador. Es cierto que contra las cuerdas no rehúye los golpes, pero lo suyo es más bien el ataque furtivo, el asalto calculado, el dejar a las y los oponentes sin margen, sin capacidad de respuesta.
¿Por qué dicen que es un fajador? ¿Con quién se ha trenzado en estos dos años? La sola desproporción entre sus recursos y los de sus oponentes, su propensión a estirar o violar las reglas cuando se ve en un predicamento, hacen impensable un combate tipo fajador, de toma y daca. Pregunten a los expresidentes: les quitó pensiones y protección, y ahora los persigue con la guadaña de una consulta a modo. Esto no es box. Hasta la lucha libre de rudos contra técnicos es más limpia.
Sube al ring a los que no están para, precisamente, dificultarles la posibilidad de que puedan disputarle de tú a tú algo de protagonismo, algo del monopolio en el micrófono.
Por eso las mañaneras contra la prensa, por eso la UIF contra integrantes de órganos autónomos, por eso –porque el fin justifica los medios– revisa el basurero de anomalías administrativas menores e impone una sanción a Nexos.
Lo anterior ocurre en el descampado de las mañaneras, pero hay operaciones más elaboradas, que requieren si no nocturnidad, sí al menos sigilo, como dejar a Felipe Calderón sin partido mientras renacen partidos paleros, como sacar de la Corte a Medina Mora sin causa legal fehaciente, como cobrar la afrenta de la exhibición de business as usual que significó la boda de la hija de Juan Collado. Porque el Presidente ha dejado bien claro que no es un florero, y si no lo entienden pueden seguir en la cárcel por muchos meses, como Collado y Robles.
Hoy es el turno de diez gobernadores. Quieren retar a López Obrador. Buscan un mejor reparto presupuestario. Tienen mandato y podemos decir que hasta tienen la razón. Pero, ¿tienen estrategia?
El viejo lobo ayer les dijo que si quieren hablar con él antes consulten a su gente. ¿Qué hicieron autoridades legales y legítimas como el gobernador de Jalisco? Aceptar el reto de las consultas; es decir, caer en el juego de López Obrador.
Si le llegaran con una consulta, Andrés Manuel saldría con otra marrullería para no atender a los inconformes. Y mientras consumará el recorte unilateral al presupuesto a las entidades y perfilará la estrategia para apoyar a los suyos en 2021.
Todo eso porque no atinan a entender que López Obrador ve la política no como negociación o acuerdo, sino como lucha de golpes, donde como él no es un fajador, para nada se subirá al ring con nadie, sea uno o diez gobernadores, lo mismo le da.
El financiero.
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