El Super Bowl es uno de los eventos deportivos más esperados cada año en Estados Unidos, y este año tiene un aire aún más especial por varias razones. No solo los Kansas City Chiefs buscan conseguir su tercer título consecutivo, un objetivo que ha eludido a muchos grandes equipos a lo largo de la historia, sino que también será la primera vez que un presidente en ejercicio, Donald Trump, asista al evento.
La elección de Nueva Orleans como sede, una ciudad con una rica herencia cultural y que ha albergado el Super Bowl en numerosas ocasiones, es particularmente notable. Aunque se esperaban mensajes de gran impacto en respuesta a las políticas de Trump, el lema elegido para el evento, "Choose love" ("escoge amar"), es relativamente neutro.
Sin embargo, los eventos programados para la apertura del Super Bowl no están exentos de controversia. La NFL ha decidido incluir el "himno nacional negro", "Lift Every Voice and Sing", que ha sido objeto de debate durante años. Su inclusión ha despertado reacciones de grupos conservadores que lo consideran divisivo.
Por otro lado, la presencia de figuras influyentes como Taylor Swift, gran crítica de Trump, añade un componente interesante a la atmósfera del evento. Swift va a estar apoyando a su pareja, Travis Kelce, jugador de los Chiefs, lo que promete añadir un matiz de entretenimiento adicional en las gradas.
El espectáculo también se extenderá más allá del estadio, ya que el Departamento de Estado tiene planes para llevar las celebraciones del Super Bowl a nivel mundial con eventos en diversos países, promoviendo así una especie de diplomacia cultural centrada en el deporte.
En resumen, el Super Bowl de este año no solo es una competencia atlética, sino un momento de intersección entre política, cultura y entretenimiento, reflejando el impacto que el deporte tiene en la sociedad estadounidense y más allá.