En la toma de protesta de Sheinbaum, el reflejo de la diplomacia de AMLO

La toma de protesta de Claudia Sheinbaum Pardo como presidenta de México, programada para el 1 de octubre, marca un momento significativo en la política mexicana y refleja la inclinación del gobierno de Andrés Manuel López Obrador hacia la diplomacia y la construcción de relaciones con gobiernos de izquierda en América Latina y el Caribe. Aunque figuras destacadas como el rey Felipe VI de España y la presidenta de Perú, Dina Boluarte, no estarán presentes, la asistencia del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y otros líderes latinoamericanos, subraya el acercamiento que López Obrador ha cultivado durante su mandato.
Entre los jefes de Estado que han confirmado su asistencia están Gustavo Petro de Colombia, Gabriel Boric de Chile, Luis Alberto Arce de Bolivia y Miguel Díaz-Canel de Cuba, todos ellos con quienes López Obrador ha establecido lazos cercanos. En contraste, no asistirán aquellos líderes con quienes ha tenido desacuerdos significativos, como Boluarte, el presidente argentino Javier Milei y el ecuatoriano Daniel Noboa.
López Obrador ha destacado sus lazos de amistad con Lula, a quien se refiere con admiración, y ha apoyado abiertamente a Petro durante su campaña electoral. Las relaciones bilaterales han sido reforzadas a través de múltiples encuentros y acuerdos, como el firmado con Petro en la Cumbre de la Alianza del Pacífico en 2022.
Su acercamiento con Luis Arce también ha sido notable, especialmente después de la intención de golpe militar contra Arce, en la que López Obrador brindó su apoyo. La relación con Miguel Díaz-Canel ha incluido visitas frecuentes y acuerdos en áreas como la salud y el intercambio económico, además de un constante abogo por la eliminación del embargo estadounidense contra Cuba.
En resumen, la asistencia de líderes de gobiernos de izquierda a la toma de protesta de Sheinbaum refleja un patrón de política exterior que favorece la colaboración con aliados ideológicamente afines, a la vez que distancia a México de aquellos gobiernos con los que López Obrador ha tenido conflictos. Esto continúa la tendencia de su administración de fortalecer lazos regionales dentro de un contexto político latinoamericano cambiante.

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