La captura de Omar Félix Loaiza, también conocido como “El Pelón”, representa un desarrollo significativo en la lucha contra el crimen organizado en México, específicamente en la región del norte de Sonora. Loaiza, que se identifica como líder de "Los Pelones de Sonoyta", estaba supuestamente colaborando con los hijos de Joaquín Guzmán Loera, conocidos como "Los Chapitos", en su guerra contra "Los Mayos", otro grupo delictivo.
Su detención se produce en un contexto de creciente violencia en la región, exacerbada por el asesinato de Nicholas Douglas Quets, un exmarine estadounidense, que había atraído una considerable atención mediática y política en ambos lados de la frontera. Este asesinato fue atribuido a "Los Deltas", un grupo que, según informes, tiene vínculos con Félix Loaiza.
Las autoridades mexicanas han destacado que "El Pelón" no solo orquestaba operaciones violentas, sino que también estaba involucrado en el tráfico de drogas, migrantes y armas, así como en la producción y comercialización de fentanilo, un opioide sintético que ha contribuido a la crisis de opioides en Estados Unidos. Su arresto en Culiacán podría ser un intento de las autoridades mexicanas de responder a la presión internacional, especialmente de Estados Unidos, por el aumento de la violencia relacionada con las drogas y los crímenes transfronterizos.
Además, hay un componente político en este asunto, dado que la familia de Quets ha expresado su descontento con la falta de atención de ciertos funcionarios estadounidenses tras la muerte de su ser querido, en contraposición con el apoyo que recibieron de figuras del Partido Republicano, como el expresidente Donald Trump y el senador J.D. Vance.
La situación continúa desarrollándose, y la captura de "El Pelón" podría tener implicaciones en la dinámica del poder entre los diferentes grupos delictivos en la región y en la política de cooperación entre México y Estados Unidos para enfrentar el crimen organizado.