El contexto político y social en Ecuador se ha vuelto aún más tenso tras la reelección de Daniel Noboa. Su gobierno ha enfrentado críticas tanto nacionales como internacionales, especialmente por acciones que han sido catalogadas como autoritarias. La controversia no solo se limita a su gestión y decisiones políticas, sino también a su comportamiento personal, en el que se percibe un uso agresivo del poder para resolver conflictos, incluyendo los relacionados con su vida privada y sus adversarios políticos.
La situación con su exesposa, Gabriela Goldbaum, resalta cómo Noboa ha sido acusado de manipular el sistema judicial y utilizar el poder del estado para sus fines personales. La destitución de la vicepresidenta Verónica Abad sin fundamento legal también ha sido vista como una clara violación de principios democráticos. La preocupación por el "autoritarismo" de Noboa se intensifica con comentarios de figuras como Leonidas Iza, quien advierte sobre un deslizamiento hacia un régimen más represivo.
Uno de los eventos más alarmantes fue el asalto armado a la Embajada de México, un acto que ha sido ampliamente condenado y que ha llevado a Ecuador a enfrentamientos legales internacionales. Este incidente no solo ha deteriorado las relaciones diplomáticas con México, sino que también ha puesto de relieve la disposición de Noboa a cruzar líneas legales y éticas en su búsqueda de afianzar su poder.
La polarización de la sociedad ecuatoriana se agrava con la figura de Noboa, quien, aunque proviene de un fondo económico considerable, navega en un mar de tensiones políticas heredadas de la era de Rafael Correa, creando un entorno donde las tensiones se intensifican y la estabilidad gubernamental parece cada vez más lejana. Las repercusiones de su enfoque autoritario podrían tener efectos duraderos en la democracia ecuatoriana y su tejido social.