La situación en Culiacán, Sinaloa, se ha vuelto crítica debido a la violencia generada por el narcotráfico, que ha impactado severamente la economía local. Desde el inicio de los enfrentamientos el 9 de septiembre entre las facciones del Cártel de Sinaloa, específicamente los Chapitos y los Mayitos, las empresas y comercios han tenido que cerrar sus puertas o reducir su horario de operación. La baja en la asistencia a las escuelas también es una consecuencia de esta inseguridad, afectando a los estudiantes.
Los efectos de esta violencia han llegado incluso al sector turístico, que tradicionalmente se concentra en las playas de Mazatlán, que ahora siente el temor generado por los delitos. A pesar de ser una región que en el pasado fue un destino atractivo, los robos, extorsiones, y el cobro de "piso" (una especie de impuesto forzado por los grupos delictivos) están desalentando a los visitantes y a los negocios.
El desarme de la policía municipal por parte del Ejército ha dejado a Culiacán sin seguridad pública, y la revisión de la Licencia Oficial Colectiva también ha agravado esta situación. Esto ha facilitado un ambiente propicio para los delitos, ya que las redes sociales reportan continuamente robos tanto de día como de noche.
En días recientes, varios robos a gran escala han sido reportados. El 10 de octubre, se tuvo un saqueo en una tienda ferretera que provocó pérdidas significativas. Al día siguiente, una excavadora fue utilizada para intentar robar un cajero automático, pero la acción no fue completada, y varios otros robos fueron reportados sin que se lograra detener a los responsables.
En resumen, Culiacán enfrenta una severa crisis de seguridad que no solo afecta a su población, sino que también tiene consecuencias graves en su economía y en la vida cotidiana de sus habitantes. La ausencia de autoridades de seguridad efectivas ha permitido que la delincuencia avance sin obstáculos.