El fallecimiento de Silvia Pinal, una figura icónica del cine mexicano, ha generado un gran impacto en el ámbito artístico. Su legado no solo se limita a la actuación, ya que su influencia también se extendió al campo de la arquitectura en la década de 1950. En 1954, mientras disfrutaba de su ascenso en el cine mexicano con el estreno de “Un extraño en la escalera”, Pinal decidió invertir en un terreno en la entonces poco valorada zona de El Pedregal, contribuyendo a su desarrollo y transformación.
A la edad de 25 años, Silvia Pinal ya había actuado en 43 películas y había ganado un Premio Ariel, consolidándose como la estrella femenina del momento. En busca del espacio perfecto para construir su hogar ideal, eligió trabajar con el joven arquitecto Manuel Rosen, recomendado por Gregorio Wallerstein, un conocido productor de sus filmes. Rosen, recién graduado de la UNAM, trazó una casa que se integraba con el terreno, respetando su topografía y creando un diseño armonioso y funcional.
La Casa Pinal, construida en un terreno de 2000 metros cuadrados en la Avenida de las Fuentes 629, destaca por su innovador diseño que incluye un patio cerrado, como solicitó la actriz por motivos de privacidad. Los espacios sociales de la casa, elevados sobre la roca natural, reflejan un estilo característico que sienta las bases para futuras construcciones en la zona. Sin embargo, el diseño también presenta algunos desafíos funcionales, como se evidenció con la ubicación de la alberca, que requería adaptaciones posteriores para mejorar su uso.
En resumen, la historia de Silvia Pinal va más allá de su carrera cinematográfica; su visión arquitectónica y su contribución a la transformación de El Pedregal siguen siendo parte de su rica herencia.