Mente

Equilibrio entre el bienestar digital y la nueva modalidad de clase en linea.

Cuando los colegios de Salt Lake City cerraron en marzo, Farah Hamoodi, especialista en fomento de la salud de una organización internacional sin ánimo de lucro, no estaba segura de cómo gestionar el tiempo que pasaban sus hijos con la tecnología cuando empezaron a dar clases virtuales.
Su hija de cinco años no llevaba bien los vídeos de su escuela y su su hija de 13 años tenía dificultades para administrar el tiempo. Cuando su hija mayor empezó a pasar mucho tiempo en redes sociales y a sufrir dolor de cabeza y problemas oculares, Hamoodi decidió establecer límites al uso del móvil y el ordenador. Quiero que pase tiempo haciendo otras cosas, cuenta. Pero el mundo virtual también tiene sus cosas buenas, como desarrollar capacidades informáticas y socializar con los amigos.
Hamoodi es una de millones de padres y madres que afrontan cómo equilbrar el incremento del uso digital de sus hijos con su bienestar físico y mental. Este otoño, casi un 60 por ciento de los alumnos de colegios e institutos públicos de Estados Unidos hasta el equivalente a bachillerato dará clases de forma remota, y con clases virtuales y actividades extracurriculares suspendidas, los expertos están de acuerdo en que los niños pasarán más parte mirando pantallas. Pero el incremento del uso de tecnología no es inherentemente bueno o malo.
Si nos preocupa solo el tiempo que pasan frente a las pantallas, en cierto modo no nos preocupa lo que debería, señala Michael Rich, fundador y director del Center on Media and Child Health del Boston Childrens Hospital. Nuestra investigación pasada nos ha demostrado que lo que importa no son las horas que se pasan frente a la pantalla, sino por qué estás mirando esa pantalla.
El uso de las redes se vuelve insano cuando empieza a remplazar cosas como la actividad física, pasar tiempo con amigos y familiares, y dormir. Si estás mirando una pantalla mientras juegas al NBA 2K en lugar de salir al jardín a echar unos tiros a canasta con tu hermano, ahí hay diferencias, explica Rich, que contribuyó a la producción de una guía de bienestar digital para las familias.
Estas son algunas formas de fomentar los hábitos digitales saludables.
Un espacio de trabajo ergonómico y sin distracciones
Cada vez más niños sufren las consecuencias físicas de dedicar más tiempo a las pantallas, como fatiga ocular, dolor de espalda y de cuello, cefaleas y túnel carpiano. Esto se debe a que a menudo permanecen en posiciones estáticas con mala postura y miran fijamente a las pantallas sin pestañear durante periodos prolongados, señala Karen Jacobs, terapeuta ocupacional y decana adjunta de Digital Learning and Innovation en el Sargent College de la Universidad de Boston.
Jacobs recomienda tener un espacio para el aprendizaje virtual en una zona con poco tráfico. Si varias personas trabajan en el mismo espacio, trata de utilizar cartón para crear barreras físicas entre ellas. Pon en marcha un sistema de colores para establecer límites: una tarjeta verde significa que puedes pasar, amarilla significa pasa pero no hagas ruido y rojo significa no me distraigas.
El espacio de trabajo debe estar bien iluminado y los niños deben contar con una superficie plana para trabajar. Utilizar una mesa y una silla adecuadas al tamaño del niño puede ayudar a la buena postura o puedes adaptar las sillas para adultos poniendo un taburete para que apoyen los pies y cojines como apoyo lumbar. También pueden cambiar dónde se sientan de la silla al sofá y del sofá a un puf, la clave es garantizar que sea un asiento cómodo y que los pies y la espalda del niño estén apoyados, insiste Jacobs.
Al colocar las pantallas, sienta al niño y que coloque la espalda en el respaldo, y pon el dispositivo a un brazo de distancia con el puño cerrado y un poquito por debajo de la altura de los ojos. Las pantallas más pequeñas, como las de las tablets y los móviles, pueden ser peores para los ojos, así que conectar una pantalla más grande puede ayudar.
Jacobs indica que hay que acordarse de hacer pausas frecuentes. Los niños deberían seguir la pauta de 20-20-20 para descansar los ojos. Cada 20 minutos que pasemos mirando una pantalla, hay que mirar a seis metros 20 pies de distancia durante al menos 20 segundos. Puedes convertirlo en un juego con el veoveo, por ejemplo. Lo ideal es que los niños puedan levantarse y estirar cada 20 minutos o con la frecuencia que se lo permitan sus horarios escolares. La naturaleza también puede mejorar el humor y el aprendizaje, así que fomenta los descansos al aire libre cuando sea posible o introduce elementos naturales, como las plantas, en su espacio de trabajo.
Por último, los teclados y las pantallas táctiles pueden albergar bacterias perjudiciales, así que desinfecta las superficies con regularidad e insta a los niños a que se laven las manos. Si un niño se queja de dolor osteomuscular o problemas oculares, habla con su pediatra. Según Jacobs, muchos colegios tienen profesionales de terapia ocupacional que utilizan las herramientas de la telemedicina para evaluar las mesas de trabajo de los niños. Pregunta al colegio si disponen de este recurso.
La fatiga de las videollamadas
Además de los síntomas físicos, el tiempo que pasamos frente a las pantallas puede pasar factura mental y emocional. Contamos con datos que sugieren que estar en Zoom es más agotador que las interacciones cara a cara, afirma Christine Elgersma, editora de redes sociales y recursos didácticos de Common Sense Media.
Padres y profesores aún están aprendiendo a afrontar estos retos. Aunque ver y establecer contacto visual con sus profesores y compañeros es lo ideal, Elgersma cree que no debería obligarse a los niños a encender las cámaras. Desde el punto de vista de la igualdad, dice que puede que compartan el espacio de trabajo o no quieran que sus compañeros vean sus casas, y añade que ver sus propias caras durante las videollamadas puede añadir la presión del autoexamen, sobre todo en adolescentes. Si un niño se siente incómodo en las videoconferencias, Elgersma recomienda que sus padres hablen directamente con su profesor.
Si a los padres les preocupa que apagar la cámara perjudique las habilidades sociales del niño, Elgersma propone centrarse en lo general. Quizá los niños pequeños pasen el tiempo suficiente con sus familiares en persona para aún tener interacciones, pero para niños mayores que ya han adquirido algunas habilidades sociales, el entorno escolar de zoom no es necesariamente una situación de todo o nada en lo que se refiere a su desarrollo social. Anímalos a que participen en clase con herramientas alternativas, como la función de chat. Y si los padres están disponibles, pueden echar un ojo de vez en cuando para asegurarse de que los niños estén trabajando cuando los profesores no pueden verlos.
Si los niños tienen problemas de concentración durante las clases virtuales —usen vídeo o no—, tomarse un descanso de la pantalla y practicar algún tipo de actividad física puede ayudarlos a recargar pilas, señala Elgersma. Cuando los niños están en clase, los estímulos continuos los tienen en vilo, pero si están solos en su habitación es fácil distraerse. Por ejemplo, una investigación limitada sugiere que los denominados fidget toys juguetes de mano pueden ayudar a los niños a concentrarse en tareas cognitivas. Algo tan sencillo como un calcetín lleno de otros calcetines que puedan apretar puedes darles un estímulo sensorial.
Sobre todo, Elgersma recuerda a los padres que deben ser flexibles y comunicarse. Hay que transmitir la información sobre qué funciona o no funciona con los niños a los profesores y los colegios con mucha empatía.
Administrar el uso de tecnologías después del colegio
Puedes ayudar a los niños a gestionar los deberes, el sueño, el ejercicio físico y la vida social fijando unos horarios. Esto también incluye establecer límites para el tiempo que pasan mirando pantallas cuando están ociosos. Recuerda que la calidad es más importante que la cantidad. Puede que los niños que están separados de sus amigos durante la pandemia necesiten más tiempo para videollamadas o quieran ver más vídeos tutoriales para remplazar las actividades extracurriculares. En lugar de vigilarlos, apóyalos, afirma Rich.
Pon horas exactas para que los niños dejen los dispositivos. La luz azul puede interrumpir nuestros ritmos circadianos normales y alterar las horas a las que nos dormimos y nos despertamos. Rich recomienda establecer una hora habitual para irse a la cama y que apaguen las pantallas una hora antes, y dejar los dispositivos cargando fuera de las habitaciones de los niños.
También es importante que los padres sean un modelo de conducta sana, señala Megan Moreno, investigadora principal del Social Media and Adolescent Health Research Team de la Universidad de Wisconsin-Madison. Por ejemplo, un padre puede decir: Voy a dejar el móvil en este cajón y pasar un rato contigo o Esta noche es noche de pelis en familia, vamos a dejar los móviles. Los padres también pueden aplicar normas como nada de pantallas a la hora de comer para poder comentar cómo les ha ido el día. Este tipo de acciones transmiten mensajes importantes a los niños.
Pide ayuda si la necesitas
Aunque es normal que los niños pasen más tiempo con sus dispositivos, el uso excesivo de las redes sociales puede afectar negativamente su salud física y mental. Muchas de esas señales preocupantes no han cambiado con la COVID, dice Moreno. Si tu hijo está alejándose de sus amigos, no quiere dejar de jugar a videojuegos para pasar tiempo en familia o se queda despierto toda la noche y no se despierta en hora para ir a clase, estas pueden ser señales de que están atrapados en los espacios digitales.
Si el uso de redes sociales interfiere con las actividades cotidianas de un niño, los padres deberían hablar con su pediatra o con un terapeuta. También pueden leer más sobre el uso problemático de las redes interactivas aquí.
En última instancia, Rich quiere que los padres mantengan una mentalidad positiva y confíen en su instinto.
Yo animaría a los padres a no sentirse culpables y que mantengan el sentido del humor, recomienda. La tecnología no es algo que tenga que ponernos nerviosos ni estresarnos tanto como aventurarnos en este nuevo mundo con nuestros hijos.

Artículo original en inglés: nationalgeographic.com.

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