Redes
El abuso de los filtros en Instagram
Instagram es una de las redes sociales más visuales que tiene el internet, por esa razón el embellecer las filtros y modificar nuestros rasgos para vernos diferentes es una práctica muy común en la plataforma.
Las redes sociales son una herramienta que nos comunica, pero los problemas psicológicos que viven los jóvenes también han sido provocados por estas aplicaciones. Los conflictos de autoestima son de los principales problemas que desencadena.
Los filtros crean una ilusión, en la pantalla nos vemos diferentes a lo que somos realmente. Los usuarios más jóvenes de Instagram buscan encajar en estándares de belleza que imponen las tendencias en las redes sociales.
Según los expertos en este tipo de trastornos se ha bautizado como “dismorfia de Snapchat”, ya que esta fue la primera red social en incorporar este tipo de filtros, donde se modificaban y embellecen las facciones de los usuarios.
Un reciente estudio publicado en la revista JAMA alerta de este fenómeno al alza. En él, los investigadores explican que los clientes ya no acuden a la cirugía para parecerse más a sus famosos de referencia, sino que reclaman acercarse más a su propia imagen captada a través de un filtro.
Dentro de esta nueva lógica, las nuevas operaciones más demandadas tienen que ver con corregir la asimetría facial, la caída de los párpados, la apariencia de las arrugas y el aspecto de la nariz.
También se ha incrementado de manera significativa la demanda de un aumento de labios para acercarse a esa imagen que a través de un filtro puede lograrse en cuestión de segundos.
Los efectos adversos de los filtros persisten incluso cuando estos desaparecen y el usuario vuelve a visualizar su rostro sin ningún tipo de distorsión. Es en este momento cuando surge la inevitable comparación entre yo real con el yo retocado.
El peligro de estos filtros de embellecimiento es que afectan tanto a la autoimagen como a la autoestima. Si te acostumbras a verte a ti mismo a través de una imagen distorsionada puedes desarrollar un trastorno disociativo en el que ya no te reconoces a ti mismo en una fotografía que no esté retocada y posteriormente un trastorno dismorfofóbico por no poder estar a la altura de la imagen digital, explica Úrsula Eleonore Oberst, psicóloga y profesora de la Universitat Ramon Llull
La obsesión por encajar en los cánones de belleza digitales puede trasladarse al mundo real en forma de un trastorno obsesivo, como es el caso de los ya diagnosticados casos de dismorfia de Snapchat.
El manual de Clasificación internacional de enfermedades de la Organización Mundial de la Salud
Fuente: El periódico
Las redes sociales son una herramienta que nos comunica, pero los problemas psicológicos que viven los jóvenes también han sido provocados por estas aplicaciones. Los conflictos de autoestima son de los principales problemas que desencadena.
Los filtros crean una ilusión, en la pantalla nos vemos diferentes a lo que somos realmente. Los usuarios más jóvenes de Instagram buscan encajar en estándares de belleza que imponen las tendencias en las redes sociales.
Según los expertos en este tipo de trastornos se ha bautizado como “dismorfia de Snapchat”, ya que esta fue la primera red social en incorporar este tipo de filtros, donde se modificaban y embellecen las facciones de los usuarios.
Un reciente estudio publicado en la revista JAMA alerta de este fenómeno al alza. En él, los investigadores explican que los clientes ya no acuden a la cirugía para parecerse más a sus famosos de referencia, sino que reclaman acercarse más a su propia imagen captada a través de un filtro.
Dentro de esta nueva lógica, las nuevas operaciones más demandadas tienen que ver con corregir la asimetría facial, la caída de los párpados, la apariencia de las arrugas y el aspecto de la nariz.
También se ha incrementado de manera significativa la demanda de un aumento de labios para acercarse a esa imagen que a través de un filtro puede lograrse en cuestión de segundos.
Los efectos adversos de los filtros persisten incluso cuando estos desaparecen y el usuario vuelve a visualizar su rostro sin ningún tipo de distorsión. Es en este momento cuando surge la inevitable comparación entre yo real con el yo retocado.
El peligro de estos filtros de embellecimiento es que afectan tanto a la autoimagen como a la autoestima. Si te acostumbras a verte a ti mismo a través de una imagen distorsionada puedes desarrollar un trastorno disociativo en el que ya no te reconoces a ti mismo en una fotografía que no esté retocada y posteriormente un trastorno dismorfofóbico por no poder estar a la altura de la imagen digital, explica Úrsula Eleonore Oberst, psicóloga y profesora de la Universitat Ramon Llull
URL
.La obsesión por encajar en los cánones de belleza digitales puede trasladarse al mundo real en forma de un trastorno obsesivo, como es el caso de los ya diagnosticados casos de dismorfia de Snapchat.
El manual de Clasificación internacional de enfermedades de la Organización Mundial de la Salud
OMS
define este tipo de afectaciones como una preocupación persistente por unos defectos físicos o imperfecciones aparentemente imperceptibles para los demás que generan un profundo malestar en el sujeto que lo padece.Fuente: El periódico
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